viernes, diciembre 09, 2005

Recordando la época en que al mundo lo cambiábamos mañana

La directora Mariana Arruti está recorriendo el país acompañando a Trelew, su documental acerca de los sucesos del 22 de agosto de 1972. De paso por Santa Fe, contó a Show el proceso de filmación y sobre los motivos que la llevaron a crear esta obra (publicado originalmente en el Suplemento Show el 6 de octubre)

Mariana Arruti estuvo ayer en Santa Fe para presentar Trelew, documental que se estrena hoy en Cinemark. La película narra la historia de la masacre a la que fue sometido un grupo de presos políticos de distintas extracciones –Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros– acaecida el 22 de agosto de 1972, luego de intentar fugarse del penal de Rawson. Antes de partir, aprovechó para contar distintas alternativas de su película.

—Pregunta de rigor: ¿Por qué una película sobre Trelew?

—Yo soy antropóloga y cuando promediaba mi carrera empecé a trabajar en la antropología visual, interesándome por historias no demasiado contadas por la historia oficial. Hice una película sobre los presos de Bragado, después otra sobre una huelga de una federación anarquista y Trelew era uno de esos temas pendientes. Una de esas historias que nosotros como equipo (que ya veníamos trabajando) sentíamos que era políticamente muy significativa, que determinaba mucho los años posteriores, que era el inicio de los años negros de la Argentina. Además estaba cargada de dramatismo, de pasión. Hay pocas historias como la de Trelew para ser contadas en el cine, fuera de su peso político, que lo tiene. Cuando empezamos a trabajar, en 2000, era un tema complejo, estaba menos saldado que hoy ese período previo a la dictadura militar.

—¿Qué dificultades encontraste?

—De todo tipo, por lo que decía antes. Venían del lado del presupuesto, de la posibilidad de conseguir información. Por un lado, la dificultad de hablar sobre el tema: cuando empezamos la búsqueda de testigos, encontramos algunas situaciones de mucho temor, reticencias para hablar y ser filmados, sobre todo en la zona de Rawson y Trelew. Después, el denominador común de este tipo de proyectos es tema del material de archivo: o está perdido, o robado, o en manos de archiveros privados, entonces es muy complejo reunirse con ese material que es parte de la base del relato de un filme.

Por otro lado, la película se rodó en espacios donde había que pedir permiso al Servicio Penitenciario, la Marina. Está filmada en su mayor parte en Trelew, en el penal de Rawson, en el viejo aeropuerto de Trelew, en la base aeronaval; hubo que entrar en Devoto para hacer la entrevista con Gorriarán Merlo, uno de los dos sobrevivientes de la fuga.

—¿Habías visto la película de Raimundo Gleyzer, Ni Olvido ni Perdón?

—Sí, la vi cuando ya estábamos encarando este proyecto e impactó mucho por la inmediatez con que está hecha, al toque de los hechos. Es una película de denuncia, que tiene una vitalidad muy grande; me determinó el tono que mi película iba a tener.

Me hizo pensar qué es lo que pasaba con las películas sobre los 70: reflexionan sobre el pasado para hacer un balance, mediadas por el paso del tiempo. Cuando vi Ni Olvido ni Perdón me propuse poner toda la vitalidad de una narración en presente. Ese es el tono de la película: todo el dramatismo, la adrenalina, el vértigo y el miedo que implica una operación de ese tipo.

Tal vez se convierta en una herramienta para la discusión. Creo que el cine para lo que sirve es para generar en la sociedad (que es donde se deben resolver los problemas, no en la sala de cine) la discusión. El cine tiene que ser el relato de una historia.

Pluralidad de voces

—¿Qué testimonios hay?

—Participan los pobladores de la zona, que tuvieron una importancia muy rica en ese momento, porque ellos conformaron las comisiones de solidaridad con los presos políticos y porque vivieron muy de cerca todo el proceso de la fuga y la masacre.

Después participan los abogados de los presos, Solari Irigoyen, Rodolfo Matarola y Eduardo Luis Duhalde, tres de los que conformaban también la Gremial de Abogados (donde también estaba Rodolfo Ortega Peña). De los presos, los dos sobrevivientes de los 25 que lograron fugarse, que son Fernando Vaca Narvaja y Enrique Gorriarán Merlo; también algunos de los que no lo lograron, como Alicia Sanguinetti, Silvia Hodgers, Olegario Carrizo y Jorge Lewinger, que era el apoyo externo al traslado de los prisioneros al aeropuerto.

Otros: el empleado de la funeraria, encargado de llevar los féretros a la base aeronaval, y el periodista que hace la conferencia de prensa antes de la rendición. También el médico que es convocado por guerrilleros para que se constate que están en perfecto estado de salud. Es Atilio Viglione, ya es un señor muy mayor. Otro periodista, Pepe Castro, que se suma a la conferencia, y un conscripto, que sigue vinculado con la masacre, porque sufrió el clima posterior.

En contacto con el público

—¿Cómo sigue el camino del filme?

—Tuvo un recorrido por festivales internacionales: Trieste, en Toronto (donde nos enteramos dos meses después de que habíamos ganado: nos resignamos porque no había copia en 35 y la pasaron en VHS), en Los Ángeles, en Toulouse, y fue muy premiada, lo que le da posibilidad de llegar al estreno en la Argentina con otra fuerza.
Se estrenó en Trelew y luego en Buenos Aires. Como es una película pequeña en cantidad de copias, la estrategia fue ir estrenando de a poco. Nos interesa no largar las copias a un distribuidor sino tratar de estar con la película en el interior y acompañarla todo lo posible; es una forma de conectarse con el público.

Estrenamos en Córdoba, Rosario, ahora en Santa Fe, y la idea es seguir caminando el interior. Y sigue participando en festivales internacionales: ahora se va a Sheffield y está en Valdivia. Se muestra en el exterior, pero nos interesa más que se vea acá.


La sangre juvenil oculta tras el velo de la historia oficial

La fuga de presos políticos del penal de Trelew y el posterior ajusticiamiento de uno de sus contingentes, el 22 de agosto de 1972, es un episodio clave para comprender una época irrepetible, que más allá de su doloroso final, estuvo cargada de esperanzas y sueños de victoria para los luchadores populares. Ese fue uno de los temas que más interesó a Arruti.

—¿Cómo se captura desde el hoy el espíritu de época?

—Mi sensación era que es una narrativa que iba a pegar más en los jóvenes; yo me imaginaba un espectador de 20, 25 años. Pensaba: “Éste es el pibe que quiero que esté en la sala: el que no sabe, el que se está enterando con la película, el que tiene poca información. Y a la vez pensaba: “¿Qué le va a pasar a la generación protagonista cuando la vea?”. Y lo que pasa es que se cuenta un clima de época que es muy fiel a lo que ellos sentían. Yo no pertenezco a esa generación, tenía tres años cuando sucedió.

Lo que a mí me impactó cuando empecé a trabajar es que me encontraba con otros datos que nunca me habían sido dados. A mí se me había contado la tragedia; no se me había contado la alegría, ni la vitalidad, ni por qué se estaba en eso, ni lo jóvenes que eran.

Fue conectarme con una historia más vital, más del lado de la vida que de la muerte, que tenía que ver con estar en la calle “porque al mundo lo cambiábamos mañana”. Entonces esa gente se sorprende, porque es algo que se ha dejado de contar. Pero si no contás, ¿cómo le explicás a los jóvenes el porqué del 70?