martes, septiembre 28, 2004

La cacería

Mudos relámpagos dorados del amanecer se colaban entre las cortinas de la habitación. “Las ocho y veinticinco”, marcaba el reloj de la videocassetera. Con sólo apretar “Power” y “Ch 6” se encendió la estación de radio deseada. Del equipo salió la introducción de “The Airplane Ride” de Nell Hampton, que en realidad es el prólogo de “One of Us”, el clásico de Joan Osborne. Mientras el agua crepitaba en la cocina, el hombre se entretuvo mirando largamente su rostro en el espejo del baño; posteriormente salió del sanitario, metiéndose la parte superior del pijama dentro del pantalón. En la sala, en la primera plana de un diario formato sábana doblado a la mitad, un hábil delantero festeja congelado mientras el líbero rival continúa eternamente caído en el verde césped de un estadio mundialista. Finalmente, el hombre trajo el café a la mesa. Puso una cucharada y media de azúcar, justo en el momento en que empezó a sonar “Nothing is Real But The Girl”, de Blondie. Sonó el teléfono.

—¿Sí? —preguntó.

—Es hoy —se escuchó del otro lado.

—¿Es hoy? —repreguntó el hombre.

—Sí —obtuvo por toda respuesta.

—Ah, bueno —respondió, y cortó.

El hombre revolvió el café con una pequeña cuchara. Desplegó el diario y comenzó a leer, mientras esbozaba una sonrisa beatífica.